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Akosua Biraa

Oscuridad/Obscurity

No puedo describir como era aquella mañana cuando me desperté con rapidez porque pensaba que mi vida no andaba como yo quería. Pero en mi memoria debil, tengo la sensación distinta del color gris; un gris tan gris como las aceras rotas que son, a veces, cubierta de la mierda de perro. Pero en aquella occasion, podría haber sido la mierda de los seres humanos, los cuales buscaron rincones privados para proteger sus existencias abandonadas. Fueran las mismas aceras sobre las cuales todo el mundo cruza diariamente sin cuidado. Fue una sensación tan gris como nunca. Hasta el medio ambiente estaba gris: un gris acuoso rodeado con mucho ansiedad y un poderoso deseo por rechazar, afuera de mi, mis pensimientos enloqueciendos.


Lo que es cierto es que me desperté con rapidez—asustada—con el verdadero conocimiento que tenía mucho que hacer en mi vida, mucho que todavía no había realizado. Salté de la cama con urgencia, como si yo hubiera oido un ruido estrepitoso que me previno sobre el vacío que me sentía aquella mañana tan gris. Con urgencia, empecé mi abluciones cotidianas como si quería absolverme de mi destino: me duché el cuerpo, me lavé la cara, me cepillé las dientes, me peiné el pelo, me vestí, y más importante, en aquel momento en que me marchaba de casa, tomé un té casi herbario hecho de una gota de esencia de menta y agua pura hervida por exactamente diez minutos para eliminar todos los gérmenes.


Fuera de la casa, en aquel día, todo parecía muy magnificado como una película de tecnicolor. Y mientras yo caminaba rápidamente para no perder el autobús, todo el mundo empezó a hacer cosas en cámara lenta; como si yo fuera la unica que tenía que participar en la vida normal con abstinencias y mi problemas pesados; como si yo fuera la unica que tenía pensimientos tan duros, los cuales marcharon contra mi intención de caminar rapido sin inquietudes.


Aun a dentro de mi desorden mental, pude notar a los desamparados que se sentaban o se acostaban salpicados sobre las paredes, como si fueran un retrato bien desorganizado. Estan como el vivo retrato de nada, que fue pintado por un mal artista. Y los coches que cuestan un ojo de la cara (ojos que nunca ven las figuras, congeladas y salpicadas, en las paredes hechas de la sangre de la vida cotidiana) apresurarse más allá de ellos. Aquellos coches rojos y caros—como Mercedes sport, BMW Z3, y cualquiera nuevo modelo convertible—que se apresuran como el pincel imprudente de aquel malisimo artista.


En el momento en que subí gateando (sin cuidado ni elegancia) hacia el interior del autobús, la verdad me dio una palmada en la cara con fuerza y claridad. Fue una realidad que poco después de la bofetada ágil, empezó a escurrirse lentamente por todo mi cuerpo hasta los huesos, mientras me abría paso (estrujonandome) en el autobús lleno de inmigrantes recientes. En aquel día tan gris y tan feo como nunca, me di cuenta que la verdad alarmante es que no quiero morir en oscuridad!




I cannot describe how it was that morning, when I woke up quickly because my life was not as I wanted it to be. But in my mind, I have the distinct sensation of grey. It was as grey, as the broken sidewalks, often laden with dog shit. But this time, it could have been human—from individuals seeking the safety of private corners where they can hide their abandonment. It was right on those same sidewalks that everyone else traverses daily, without a care in the world. It felt as grey as ever. Even the air was grey: a watery grey surrounded by much anxiety, plus a strong desire to dispose myself of my maddening thoughts.


What is certain is that I awoke suddenly, frightened by the true knowledge that I had much to do in my life—so much still to finish. I leapt out of bed with urgency, as if I had heard a loud bang warning me about the emptiness I felt on that ever so grey morning. With haste, I went through my morning ablutions, as if trying to absolve myself of my fate: I showered, washed my face, brushed my teeth, combed my hair, got dressed, and most importantly—just before I left the house—drank semi-herbal tea made with a drop of mint-essence and pure water boiled for exactly ten minutes to eliminate all germs.


Outside, on that day, everything seemed larger than life; just like a picture in Technicolor. And as I rushed to avoid missing the bus, everyone went into slow motion; like I was the only one who had to lead a normal life, in abstinence and with my weighty concerns; like I was the only one with heavy thoughts that marched against my intention to walk hastily, without disquiet.


But even in my mental disorder, I noticed the homeless, who sat or lay splattered against the walls, like a rather disorganized portrait. They were like a life portrait of nothing, which had been painted by a depraved artist. And the cars, costing a pretty penny, zipped past with eyes that never saw the figures frozen and splattered on the walls made from the blood of everyday living. Those red and expensive cars—Mercedes sports, BMW Z3 and whatever new convertible—they whizzed past like the reckless paintbrush of that despicable artist.


As I clambered onto the bus, without care or some elegance, the veritable truth slapped me right across the face with force and clarity. It was a fact that shortly after the agile slap, began to slip slowly through my body, deep into my bones, as I squeezed through the bus full of recent immigrants. On that day, so gray and ugly as ever, I realized the alarming truth is that I do not want to die in obscurity!

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